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El lugar de su nacimiento, la estupenda y antigua ciudad de Pistoia, es casual.
El padre, recién recibido en Matemàticas en la Escuela Normal Superior de Pisa,
era constantemente a la bùsqueda de una càtedra fija, y en este itinerar por
motivos de trabajo, sus hijos nacieron, se puede decir, cada uno en una ciudad
diversa en la Tierra de los Etruscos.
Mario Nigro naciò por lo tanto en Pistoia, ciudad que muchos decenios màs tarde
le dedicò grandes honores, aùnque si la localidad de su maduréz fué Livorno.
Pero antes de terminar en las costas Livornese, la familia viviò transitoriamente en Arezzo,
antigua ciudad medieval que, siendo Mario ya màs grande, quedò muy impresa
en su mente y en sus recuerdos, tanto que siempre hablaba de Arezzo con placer.
En unas hojas dactiloescritas hemos encontrado algunos vagos recuerdos
de aquél lejano perìodo vivido en los barrios de Arezzo, como por ejemplo,
los dìas lluviosos, el agua de lluvia que corre entre las antiguas piedras del burgo,
sobre el guijarro centenario de las calles, mas baja de la vereda.
Tenìa también recuerdos de la Familia. Sensoriales,
auditivos, como cuando era acunado por su madre, la voz del padre o de sus
hermanos que jugaban o que talvéz peleaban, y después las imàgenes,
borrosas por el tiempo, de las casas donde vivieron durante aquél largo peregrinaje,
de la nieve sobre la terraza, donde el pequeño Mario se divertìa a hundir sus pies,
y también los àrboles, las nubes y los prados, paisajes Toscanos que volveràn en sus
muchos cuadros figurativos que realizò màs tarde en edad adolescencial, e
igualmente después, hasta su ancianidad, por puro placer, para esfogarse,
paralelamente al empeño del Arte Abstracta. Y recuerda los raros paseos hasta el
mar, y los juegos burdos con sus hermanos, con la arena, que en Toscana llamaban
“rena”.
A sus padres los define “severos”, esclavos de las ideas por afirmarsi en la
sociedad, con un espìrito de suficiencia que no estimulaba cambios comunicativos
ni para ellos, incluso demasiado impregnado de ingenuidad, de confianza.
Y aquì se nota, entre lìneas, el esbozo de un desacuerdo con sus padres que se
concretizarà mucho màs tarde, con Mario Nigro ya con treinta años de edad
que decide de abandonar ya sea el seguro y bien remunerado empleo de Farmacista
ya sea la ciudad de Livorno, por un viaje hacia el Nord, a Milano, al encuentro de
aquél sueño largamente cultivado y jamàs abandonado, de realizarse como
ser humano-artìsta, de concretizar una vida bohemia.
Si a Pistoia viviò cuando era recién nacido y en Arezzo en parte de su niñéz,
Livorno, con su aire salobre de mar, el Conservatorio, la pasiòn por la mùsica y
por el arte, el Movimiento de los Macchiaioli (Impresionistas), los cuadros que
representan las marinas, las marejadas, las playas, el vivir intensamente, casi
frenéticamente, Livorno, decìamos, fué la ciudad de su segunda infancia, de su
adolescencia y de su maduréz. Pero siempre quedò en él el cariño por su lugar
de nacimiento, al punto que si le preguntaban: “Usted naciò en Livorno?”,
respondìa con un orgulloso: “No! Yo nacì en Pistoia!”, casi fuese, en algùn modo,
una nota de mérito, de distinciòn.
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